CRÓNICAS DE UN PUEBLO SAN JUAN DE LA RAMBLA JOSÉ Mª PÉREZ MONTES
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irónico y lleva su arrogancia y pretensiones al extremo de ponerse a impartir lecciones de
moral y de historia, para rematar proclamando que su humildad es comparable a la de grandes
hombres como Freud, Nietzsche y Goethe (esto sin comentarios porque me desborda).
Uno de los muchos incidentes que mejor describen a este personaje es el que se
produjo por fuera de la iglesia de San Juan Bautista el pasado Viernes Santo. En los días
precedentes se había completado el traslado del Ayuntamiento a San José, incluso con
nocturnidad. Las localidades costeras se sienten traicionadas y humilladas, cunde la
indignación, se cuelgan pancartas en fachadas de más del 80% de las viviendas con leyendas
explicativas y reivindicativas, donde se recuerda también un grave enfrentamiento anterior
por la pretensión del alcalde de plantar una depuradora de aguas fecales en una plaza a cinco
metros de la puerta de la primera vivienda. Los frustrados habitantes de ambos sectores se han
visto empujados a organizar y legalizar sendas asociaciones de vecinos, la de las medianías
con el nombre de la Unión y, más recientemente, la de los núcleos costeros con el de Rambla,
por descontado que enemigas irreconciliables, ¡todo un espectáculo! Esto es lo que sucede
cuando las autoridades, llamémosla normales, fallan, es decir, que la gente busca otros
mecanismos legales para defender sus aspiraciones al margen de unos conductos oficiales
viciados y parciales.
Pues bien, en este contexto se presenta el pasado Viernes Santo una nutrida comitiva
de la Corporación Municipal frente al templo en espera de que saliera la procesión. Es fácil
entender como los fieles de dentro y fuera de la iglesia llegaron espontáneamente al acuerdo
de no moverse hasta que se marchasen aquellas autoridades distantes, hostiles y prepotentes.
Pasaron largos minutos en una atmósfera tensa y, por fin, se fueron entre aplausos. El día 17
de abril el primer edil publicó un artículo de prensa en el que se presentaba como un profundo
creyente católico terriblemente humillado y dolorido al habérsele impedido acompañar la
procesión en ocasión tan señalada, igualmente se dolía de, ―utilizaron un acto religioso para
hacer un montaje político‖. No fue un montaje, que fue una reacción espontánea y, además
desde el momento en que una Corporación Municipal presidía un acto religioso, eso se
convierte automáticamente en un acto político. Luego afirma que ―hay un grupo que solo
quiere hacer daño‖, sin embargo las pancartas demuestran otra cosa muy distinta. Antes de
concluir se olvida de que es un pobre creyente dolido y humillado, y dice lo que mejor sabe
decir‖…si denunciaré a aquellos que nos insultaron con palabras dolorosas, es más, ya se lo
hemos comunicado a la Subdelegación de Gobierno para que se tomen las medidas
necesarias‖. Lo dicho, ¡todo un espectáculo!
RUPERTO BARRIOS
La Opinión, martes 20 de noviembre de 2001
(075) UN ALCALDE SIN EDUCACIÓN
¿Hasta Cuándo vamos a tener que soportar los habitantes de San Juan de la Rambla la
falta de educación del alcalde? Menos mal que últimamente comparece poco. Pero cada vez
que lo hace, a las personas ligadas a este pueblo nos salen los colores en la cara.