Página 107 - CRONICAS

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CRÓNICAS DE UN PUEBLO SAN JUAN DE LA RAMBLA JOSÉ Mª PÉREZ MONTES
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separa, mediante una orografía caprichosa, del resto de superficie del término, que ocupan los
aproximadamente veinte kilómetros restantes.
Se han esgrimido muchos argumentos en torno al tema planteado; no obstante, apenas
se menciona el que creemos más importante, que consiste en la necesidad de acatar los
parámetros que rigen la democracia. Se ha puesto de relieve el factor histórico y está claro que
no se puede negar la preponderancia desde los comienzos, hace cinco siglos, de los primeros
asentamientos urbanísticos que, lógicamente, tenían su razón de ser en la zona baja a causa de
la fertilidad del suelo, la existencia de agua, así como el estupendo clima. Por todo ello, era
razonable el éxito alcanzado con los cultivos de la caña de azúcar, viñedos y, por último, la
platanera - omitimos la cochinilla por considerarla de menor importancia. Este aspecto de
riqueza generó un indiscutible señorío para algunos clanes genealógicos que era razonable
pensar que asumieran la hegemonía caciquil de la vida social, económica, política y hasta
religiosa del ámbito local.
Sin embargo, ¿qué sucede en este municipio con el advenimiento de la democracia?
Veamos: como ya se ha dicho, el casco histórico ha dirigido los destinos del municipio
durante más de cuatro siglos y medio; pero la demografía fue creciendo en la zona alta y, en la
actualidad, la aritmética electoral se impone. Y no es que no se respete la historia. Los
acontecimientos históricos evolucionan, no se anquilosan. Sin ir más lejos, podemos
extrapolar la transición, a nivel nacional en 1977, con lo que también tenía que acontecer en el
ámbito municipal. De un gobierno autoritario se pasó a un sistema democrático y en los
pueblos, en vez de un alcalde nombrado «a dedo», se ha pasado a que el elector, pobre, rico o
de abolengo, decide con su voto quién debe asumir la responsabilidad de la autoridad local.
Eso sí, el que no cumple, sabe que a los cuatro años tendrá que rendir cuentas.
No es nada raro que Don José Antonio Oramas Luis, autor brillante del libro «Cinco
siglos en la historia de San Juan de la Rambla», se haya inclinado más a la balanza de la
nostalgia generada por el entorno de su infancia que a las consecuencias que ha traído la
«inoportuna» democracia para este pueblo algo «sui generis». Lo extraño es que, al parecer, el
señor Oramas Luis no demuestra mucha coherencia cuando en su citado libro, en una estrofa
inicial, dice: «Los sanjuaneros de arriba, los del medio y los de abajo harán que el pueblo
progrese, si juntos tiran del carro». O, como señala en la página 274, refiriéndose a los barrios
altos: «Es preciso que su historia sea completada y ampliada, estudiando las costumbres,
folklore, fiestas...». Todo ello da la impresión que no guarda concordancia con sus
manifestaciones sobre resentimientos y autocalificándose como sanjuanero de corazón -
parece interpretarse que pudiera haber otros sanjuaneros que carecen de ese órgano - nos da la
impresión que no ha sido muy meditado. No podemos negar la asimetría física ya
mencionada, que también se refleja en las tendencias formativas y psicológicas influenciadas
por ambientes sociales, económicos, culturales y educativos totalmente distintos. Parece
evidente que jamás ha existido la lógica convivencia y confraternidad que deben caracterizar a
todos los habitantes de un municipio. Pues, ni los de arriba, ni los del centro, ni los de abajo,
pertenecen a galaxias diferentes.
Y es que, claro, ni Don José Antonio Oramas, ni Don Benicio Alonso - éste también
paisano por consorte - (omitiremos algunos más) no tuvieron nunca, afortunadamente para