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CRÓNICAS DE UN PUEBLO SAN JUAN DE LA RAMBLA JOSÉ Mª PÉREZ MONTES
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he reconocido y reconozco públicamente su tesón e ilusión por sacar del aislamiento a esa
querida parte Alta, injustamente olvidada durante tantos años, que en política lo más
importante es sumar, no dividir, y que no merece la pena que empañe una página de la
historia de este noble pueblo desencadenando un episodio secesionista de consecuencias
imprevisibles.
A mis paisanos, los de arriba, los del medio y los de abajo, una última llamada a la
sensatez, al diálogo y al consenso, para buscar todo lo que nos une, que seguro que es mucho
más que lo que nos separa, si es que algo nos separa, porque puede suceder que toda esta
urdimbre de datos, cifras y estadísticas a los que los políticos apelan cuando quieren tomar
decisiones controvertidas les tengan sin cuidado al pueblo y lo único que le importe sea seguir
manteniendo sus cinco siglos de historia común.
Para ir concluyendo, quiero dedicar una atención especial a mis paisanos de Abajo, en
concreto a los del casco, en recuerdo de los muchos años de vecindad en común. Y lo hago
desde la cierta objetividad que me da la distancia, o lo que es lo mismo, el ver los problemas
desde una perspectiva más racional y menos apasionada. Les diré que, si es posible todavía,
agoten todas las vías del diálogo social - el tejido social tiene muchos recursos que a veces se
infravaloran - ; que promuevan intercambios entre las partes - Arriba y Abajo - para el
conocimiento mutuo, al margen de los políticos cuyas iniciativas no siempre coinciden con
los intereses generales de la colectividad que gobiernan; y que, sobre todo, hagan una apuesta
firme por la educación como la mejor arma para combatir cualquier episodio de localismo
trasnochado y excluyente. Les diré, en fin, que a pesar de que San Juan de la Rambla como un
«todo» quizás ya sea sólo una utopía, hay que tener presente que son precisamente las utopías
las que suelen unir en una empresa común a colectivos distintos con intereses no
necesariamente coincidentes. No sé si seguir luchando por un proyecto de convivencia en
común en nuestro pueblo cae hoy en el terreno de lo utópico. En cualquier caso, si los
verdaderos protagonistas, es decir, los rambleros todos - los del casco, los de sus barrios y los
de cualquier caserío disperso - , decidieran no renunciar a su herencia histórica, que esa
reivindicación se plantee en el marco de los hábitos democráticos propios de un Estado de
derecho, o lo que es lo mismo, desde el respeto y la tolerancia. San Juan de la Rambla ha sido
desde siempre un pueblo muy «civilizado» en el sentido más amplio del término; la buena
educación y el saber estar forman parte de su idiosincrasia, por eso, por muy conculcados que
sintamos nuestros derechos y por legítimas que sean nuestras aspiraciones, no debemos perder
nunca de vista el referente de buenos hábitos ciudadanos que hemos heredado de nuestros
antepasados. Este es un legado que nada ni nadie nos puede arrebatar y menos la torpeza
política de unos pocos.
En resumen, a mí, particularmente, me gustaría seguir ejerciendo siempre de ramblera
de arriba, de abajo y del medio. Por ello, le he manifestado epistolarmente a nuestro alcalde
mi discrepancia de su actuación política y le he comunicado que para enmendar el error me
tendrá siempre de su parte en lo que modestamente pueda servir a los intereses de mi pueblo,
pero que, para persistir en el desatino y en el despropósito, mi posición estará siempre
sustancialmente alejada de la suya.
ISABEL DE LUIS LORENZO