CRÓNICAS DE UN PUEBLO SAN JUAN DE LA RAMBLA JOSÉ Mª PÉREZ MONTES
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Soy un enamorado del norte tinerfeño y, desde hace mucho, cuando tengo algún
huésped o amigo que visita por primera vez Tenerife, le explico:
-Te voy a llevar a la zona más bonita de nuestra costa.
Y le muestro el litoral asombroso de verdor y espuma que va desde La Rambla de
Castro hasta, precisamente, Las Aguas, hacia donde se penetra por el camino que está justo al
lado del guachinche citado anteriormente.
Cuando uno quiere especialmente una parte del terruño se entristece al ver que sus
habitantes se tiran los trastos a la cabeza y organizan unos follones incomprensibles para el
resto de la humanidad. O, a lo peor, sucede que el resto de la humanidad soy solamente yo y
que los demás sí entienden lo que allí pasa.
En el fondo -y si no me equivoco demasiado- el origen del problema y de la trifulca es
que la sede oficial del ayuntamiento se traslada de la zona baja e histórica del municipio hasta
el área de San José, hoy más poblada y boyante. Pues no parece que sea para rasgarse las
vestiduras. Aunque a decir verdad, tampoco era necesario el cambio. Hay poblaciones de
enorme pujanza económica en el Archipiélago, como Arona, en Tenerife, o Mogán, en Gran
Canaria, cuyas casas consistoriales, que se dice, permanecen en sus núcleos primarios, muy
alejados del meollo de las actividades que producen la riqueza de que se nutren. Y no pasa
nada. Ni las gentes de Los Cristianos o de Playa de las Américas suben al ayuntamiento
aronero, ni los vecinos de Puerto Rico o Arguineguín se ven obligados a desplazarse a Mogán
para llevar a cabo sus diligencias. Para eso se inventó, desde hace la tira, la descentralización
administrativa. Dónde esté ubicado físicamente un ayuntamiento es lo de menos. Lo demás,
es que funcione. Y que distribuya las dependencias necesarias y eficaces en el territorio
municipal para comodidad del personal contribuyente.
Quizás simplifico el asunto y éste es, en realidad, mucho más complejo de cómo lo
planteo. Porque, y es muy raro, se habla de "cambio de capitalidad". Un concepto, realmente,
inapropiado. ¿Desde cuándo los municipios tienen una capital?... Y volviendo al ejemplo
anterior, ¿qué es más capital?... El pueblito rural donde se alza al ayuntamiento de Arona o el
emporio turístico de la costa que le pertenece y administra?... A mí, lo único que me preocupa
seriamente de los traslados de las sedes municipales es que, cuando se producen, el nuevo
edificio suele ser, generalmente, un impresentable adefesio arquitectónico totalmente
desarraigado de su entorno. Si es por eso, apoyo la guerra vecinal. Pero, me temo que no.
JOSÉ H. CHELA